La fertilidad femenina está influida por múltiples factores, y entre ellos, la alimentación ocupa un lugar central. En los últimos años, la evidencia científica ha demostrado que una dieta equilibrada y rica en nutrientes no solo mejora la salud general, sino que también puede aumentar significativamente las probabilidades de concebir. Este vínculo entre nutrición y fertilidad no es casual: el cuerpo necesita un entorno metabólico óptimo para que el sistema reproductor funcione adecuadamente, y ese entorno se construye, en gran parte, a través de lo que comemos.
Uno de los aspectos más relevantes es el equilibrio energético. Tanto el sobrepeso como el bajo peso pueden alterar el ciclo ovulatorio. Un índice de masa corporal (IMC) superior a 30 o inferior a 20 se ha asociado con disfunciones hormonales que afectan la producción de FSH y LH, hormonas clave en la regulación del ciclo menstrual. En mujeres con obesidad, se ha observado una mayor degeneración de los folículos ováricos y una peor calidad ovocitaria, mientras que en mujeres con bajo peso, puede bloquearse la ovulación y desaparecer la menstruación1.
Más allá del peso corporal, la calidad de los nutrientes es esencial. Las grasas saludables, como las monoinsaturadas y los ácidos grasos omega-3, presentes en el aceite de oliva, el aguacate, las nueces y el pescado azul, han demostrado tener efectos positivos sobre la fertilidad. Estas grasas ayudan a regular la inflamación y favorecen la producción hormonal. Por el contrario, el consumo excesivo de grasas saturadas y trans puede alterar el equilibrio hormonal y reducir la calidad de los óvulos.
Los carbohidratos también juegan un papel importante. Los hidratos de carbono complejos, como los que se encuentran en los cereales integrales, las legumbres y las verduras, ayudan a mantener niveles estables de insulina, lo cual es crucial para la función ovárica. En mujeres con síndrome de ovario poliquístico (SOP), una dieta baja en azúcares simples y rica en fibra puede mejorar la ovulación y aumentar las posibilidades de embarazo.
En cuanto a los micronutrientes, hay varios que destacan por su impacto directo en la fertilidad. El ácido fólico es fundamental para la división celular y el desarrollo embrionario temprano; su deficiencia puede dificultar la concepción y aumentar el riesgo de malformaciones. Las vitaminas B12, A, C, D y E también son necesarias para la salud hormonal y ovárica. Minerales como el hierro, el zinc, el selenio y el yodo contribuyen al equilibrio endocrino y a la calidad ovocitaria.
Además, los antioxidantes presentes en frutas y verduras frescas ayudan a proteger las células reproductivas del daño oxidativo, un factor que puede comprometer la fertilidad. La vitamina C, por ejemplo, mejora la calidad del moco cervical, facilitando el transporte de los espermatozoides, mientras que la vitamina E protege los óvulos de los radicales libres.
No menos importante es el estilo de vida que acompaña a la alimentación. El consumo excesivo de cafeína, el tabaco y el alcohol puede interferir con la función ovárica y reducir las tasas de éxito en tratamientos de fertilidad. Por eso, adoptar una dieta variada, rica en alimentos frescos, naturales y de alto valor nutricional, no solo prepara el cuerpo para la concepción, sino que también lo fortalece para el embarazo y el desarrollo fetal.
En definitiva, cuidar la alimentación es una forma de cuidar la fertilidad. No se trata de seguir dietas estrictas ni de contar calorías, sino de nutrir el cuerpo con lo que realmente necesita para funcionar en armonía. La fertilidad no es solo una cuestión biológica, sino también una expresión de salud integral, y la comida puede ser una poderosa aliada en ese camino.